Historia: El principio



Esta historia comienza a principios del siglo pasado cuando mi abuela Ana Victoria se casa con mi abuelo Ángel de Dios a la edad de 20 años. Desde ese día mi abuela empezó a cocinar para su esposo y poco a poco para su gran familia. Mis abuelos tuvieron 9 hijos, 6 varones y 3 hembras. En la casa también vivía mi bisabuela Maria Quintina Lucita y la se¬ñora de servicio Maria López, su esposo y su hijo. Maria López ayudaba a mi abuela en los quehaceres de la casa, y con la comida. En un día cualquiera, ellas cocinaban desayuno, almuerzo y cena para 15 personas, sin contar los primos y los amigos que inevitablemente se unían a la mesa familiar.

Durante un desayuno típico ellas podían freír más de 30 huevos, 60 trozos de tocineta, 30 arepas y 15 plátanos fritos!!!! El día en la cocina empezaba temprano a golpe de las 5:00am, cuando se molía el maíz de las arepas, y se preparaba todo lo necesario para el desayuno. Al final del día cuando la cena acababa a eso de las 7pm, mi abuela se sentía orgullosa de haber alimentado a sus hijos.

En mi casa la comida es símbolo de amor. Es imposible querer a alguien y no darle de comer! Mi abuela decía que la comida era sagrada y durante la cena, no se podía discutir o pelear. Mis tíos se tenían que vestir de punta en pie y todos tenían que comerse lo que se servían les gustara o no. La única que se salvaba de esta regla era mi tía Gladys ya que ella siempre ha sido de poco comer, y más pudo su terquedad que la paciencia de mi abuela. Esta regla continuo hasta mi época. Cuando yo regresaba del colegio, mi abuela me tenía la comida servida y yo no me podía parar de la mesa hasta que me la comiera toda. A veces, especialmente cuando me cocinaba Hígado encebollado, yo me podía pasar hasta 4 horas sentada en l mesa del comedor, ella me calentaba y recalentaba la comida cuanto fuera necesario hasta que yo me la terminara toda.

Mi abuela era maestra, y al contrario de la mayoría de las mujeres de la época, trabajaba fuera de la casa en una escuelita de un aula. Así que la mayoría de los platos que ella cocinaba eran para ocasiones especiales como Semana Santa, Navidad y Año Nuevo. No fue sino hasta su jubilación en los años 60 en la que ella empezó a cocinar sus maravillosas recetas a diario. Es por eso que en este libro me voy a dedicar a contarles acerca de las historias y las recetas tradicionales de las fiestas en casa.

Con el pasar de los años, mi abuela paso la mayoría de sus recetas a su hija Elia, mi mama. Mi madre es la mejor cocinera en nuestra casa, y con gusto tomo todas esas lecciones de mi abuela y las transformo. Especialmente en cuanto a tiempo se trataba. Las recetas de mi abuela toman su tiempo, y cuando yo estaba pequeña, mi mama no tenía tiempo!! Así que en vez de pasar 3 horas en la cocina para hacer el almuerzo, mi mama regresaba de la oficina y me servía un manjar de tres platos en solo 30 minutos.

Ahora es mi turno para cocinar y sobre todo para dar por seguro que las recetas de mi abuela no se pierdan y continúen de generación en generación. Este escrito es parte de ese trabajo de conservación, especialmente en mi hogar, ya que yo deje mi país y ahora me encuentro con una tradición y un lenguaje distinto. Mis hijos están expuestos a una variedad de comidas internacionales a los que el resto de la familia no tuvo acceso. Todo esto es maravilloso, pero sí quisiera que entre el sushi y la mantequilla de maní, mis hijos se recuerden en un futuro de las Arepas con Perico y las Hallacas en Navidad.